martes, 31 de octubre de 2023

PLAN LECTOR: EL BIEN COMÚN

 El bien común

Esta actividad se valorará en religión.

El rico y el pobre

Dios nos ha entregado todas las cosas para que disfrutemos de ellas, la naturaleza, los bienes materiales, etc. Sin embargo, muchas personas que logran poseer más cosas que otras no comparten con los más necesitados, lo que profundiza las desigualdades sociales.

 

Lee y analiza el siguiente texto bíblico:

Había un hombre rico, que se vestía con ropa fina y elegante y todos los días hacía fiestas con mucho lujo. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este pobre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día el pobre murió, y los ángeles lo llevaron a estar con Abraham en el paraíso. El rico también murió y fue enterrado. Y mientras el rico sufría en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él. Entonces gritó: Padre Abraham, ten lástima de mí! Manda a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. Pero Abraham le contestó: “Hijo, acuérdate que a ti te fue muy bien en la vida, y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí y tú sufres”. El rico dijo: “Te suplico, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, para que les hable y no vengan ellos también a este lugar de tormento. Abraham dijo. Ellos tienen lo escrito por Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!”. El rico contestó: “Sí, padre Abraham, pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos cambiarán de vida”. Pero Abraham le dijo: “Si no quieren hacer caso a Moisés y los profetas, tampoco creerán, aunque un muerto resucite.            

Lucas 16, 19-31

1.  QUÉ DICE EL TEXTO

  1. ¿A dónde fueron conducidos Lázaro y el rico después de su muerte?
  2. ¿Cuáles fueron las peticiones del rico al padre Abraham?
  3. ¿Cuál es el temor del rico en el lugar de los muertos?

 

2.  QUÉ ME DICE EL TEXTO

  1. ¿Qué crees que hubiera sucedido si el rico hubiera compartido sus bienes con el pobre Lázaro?
  2. ¿Cuál crees es la actitud más frecuente de las personas que poseen dinero frente a los pobres?
  3. ¿Crees que este texto guarda algún mensaje para tu vida? ¿Por qué?

 

Leemos en una publicación reciente:

Como consecuencia de esta mala distribución de los recursos, las desigualdades son cada vez más notorias: el sector más rico de la población de América Latina y el Caribe se queda con el 48 /o del ingreso total, mientras que el sector más pobre sólo recibe el 1,6%. Además, tanto los indígenas como los afrolatinos viven en considerable desventaja respecto de los blancos, puesto que los hombres indígenas ganan entre 35 y 65% menos que los hombres blancos; la disparidad entre mujeres blancas y mujeres no blancas es similar. En Brasil, por ejemplo, las mujeres y los hombres de ascendencia africana ganan alrededor del 45% de los sueldos de sus contrapartes blancos. 

Según el Banco Mundial, América Latina y el Caribe es una de las regiones con mayores desigualdades sociales en el mundo. América Latina es altamente desigual en cuanto a ingresos y también en el acceso a servicios como educación, salud, agua y electricidad; persisten además enormes disparidades en términos de participación, bienes y oportunidades. Esta situación frena el ritmo de la reducción de la pobreza y mina el proceso de desarrollo”.

Uno de los problemas más serios que afronta América Latina y el Caribe es el desempleo. Es la región con mayor desigualdad en la distribución de los ingresos del mundo, tiene más de 10 millones de personas desempleadas, la mayoría mujeres o menores de 25 años.

En América Latina y el Caribe existen cerca de 300 millones de pobres. La pobreza afecta a millones de niños y niñas en la región: el 35% de los pobres en América Latina y el Caribe son niños y niñas menores de 15 años, y casi el 60% de todos los niños y niñas son pobres. http://go.worldbank.org/8PBRX78R80

 

3. QUE LE DICE EL TEXTO A MI REALIDAD

  1. ¿Cuáles consideras que sean las causas de esta situación de pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe?
  2. ¿Mediante qué acciones la sociedad se puede superar estas desigualdades?
  3. ¿Crees que hay alguna relación entre la parábola de “el rico y el pobre Lázaro” y la desigualdad social de América Latina y el Caribe? Explica

lunes, 23 de octubre de 2023

SEMANA SIETE Y OCHO

MISIÓN DE LA FAMILIA EN LA IGLESIA




Video foro: “Misión en el Ecuador”
  1. ¿Qué es lo que más te llamó la atención de la película?
  2. ¿Por qué razón estas familias dejaron su país para irse al Ecuador?
  3. ¿Qué sacrificios hicieron estas familias por irse a evangelizar?
  4. ¿Qué frutos dio su entrega en esta misión en el Ecuador?
  5. ¿Cómo podrían las familias de nuestro tiempo cumplir la llamada que Dios les hace a evangelizar?
¿Cuál es la misión de la familia?
La familia tiene la misión de revelar, custodiar y comunicar el amor. Ese amor es el reflejo del Amor de Dios a los hombres y del Amor de Cristo a su Iglesia. Sólo en un ambiente amoroso puede el hombre aprender a desplegar plenamente su personalidad y alcanzar la meta que Dios propone a todo hombre: la santidad. La familia es el medio querido por Dios para que los hombres colaboren ordenadamente en su decreto Creador y Salvador.
FUENTE: CATECISMO DE LA FAMILIA Y DEL MATRIMONIO. Padres Fernando Castro y Jaime Molina
TEXTOS BÍBLICOS SOBRE LA FAMILIA

ACTIVIDAD: Escribe en tu cuaderno que enseñanza dan estos textos para las familias
  1. 1 Juan 4:19
  2. 1 Timoteo 5:8
  3. Hechos 10:2
  4. Colosenses 3:13
  5. Efesios 6:4
  6. Proverbios 22:6
  7. Proverbios 6:20
  8. Salmos 127:3-5
  9. 1 Corintios 13:4-7
  10. Mateo 15:4
  11. Proverbios 15:20
  12. Proverbios 1:8
  13. Colosenses 3:20
  14. Efesios 6:1-2
  15. Salmos 103:17
  16. Proverbios 11:29
  17. Proverbios 15:27
  18. Proverbios 31:15-17

lunes, 16 de octubre de 2023

SEMANA SEIS

 

LA FAMILIA PARTICIPA EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA


ACTIVIDAD 1: FUNDAMENTACIÓN CIENTÍFICA

Lee atentamente 

La familia en el misterio de la Iglesia

49. Entre los cometidos fundamentales de la familia cristiana se halla el eclesial, es decir, que ella está puesta al servicio de la edificación del Reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y misión de la Iglesia.

Para comprender mejor los fundamentos, contenidos y características de tal participación, hay que examinar a fondo los múltiples y profundos vínculos que unen entre sí a la Iglesia y a la familia cristiana, y que hacen de esta última como una “Iglesia en miniatura” (Ecclesia domestica) de modo que sea, a su manera, una imagen viva y una representación histórica del misterio mismo de la Iglesia.

Es ante todo la Iglesia Madre la que engendra, educa, edifica la familia cristiana, poniendo en práctica para con la misma la misión de salvación que ha recibido de su Señor. Con el anuncio de la Palabra de Dios, la Iglesia revela a la familia cristiana su verdadera identidad, lo que es y debe ser según el plan del Señor; con la celebración de los sacramentos, la Iglesia enriquece y corrobora a la familia cristiana con la gracia de Cristo, en orden a su santificación para la gloria del Padre; con la renovada proclamación del mandamiento nuevo de la caridad, la Iglesia anima y guía a la familia cristiana al servicio del amor, para que imite y reviva el mismo amor de donación y sacrificio que el Señor Jesús nutre hacia toda la humanidad.

Por su parte la familia cristiana está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia. Los cónyuges y padres cristianos, en virtud del sacramento, “poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida”. Por eso no sólo “reciben” el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad “salvada”, sino que están también llamados a “transmitir” a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad “salvadora”. De esta manera, a la vez que es fruto y signo de la fecundidad sobrenatural de la Iglesia, la familia cristiana se hace símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la Iglesia.

Un cometido eclesial propio y original

50. La familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo a servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y de amor.
Si la familia cristiana es comunidad cuyos vínculos son renovados por Cristo mediante la fe y los sacramentos, su participación en la misión de la Iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo. Deben ser en la fe “un corazón y un alma sola”, mediante el común espíritu apostólico que los anima y la colaboración que los empeña en las obras de servicio a la comunidad eclesial y civil.

La familia cristiana edifica además el Reino de Dios en la historia mediante esas mismas realidades cotidianas que tocan y distinguen su condición de vida. Es por ello en el amor conyugal y familiar —vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad------ donde se expresa y realiza la participación de la familia cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia. El amor y la vida constituyen por lo tanto el núcleo de la misión salvífica de la familia cristiana en la Iglesia y para la Iglesia.

Lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: “La familia hará partícipes a otras familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros”.

Puesto así el fundamento de la participación de la familia cristiana en la misión eclesial, hay que poner de manifiesto ahora su contenido en la triple unitaria referencia a Jesucristo Profeta, Sacerdote y Rey, presentando por ello la familia cristiana como 1) comunidad creyente y evangelizadora, 2) comunidad en diálogo con Dios, 3) comunidad al servicio del hombre.


1) La familia cristiana, comunidad creyente y evangelizadora

La fe, descubrimiento y admiración del plan de Dios sobre la familia

51. Dado que participa de la vida y misión de la Iglesia, la cual escucha religiosamente la Palabra de Dios y la proclama con firme confianza, la familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la Palabra de Dios. Se hace así, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora.

También a los esposos y padres cristianos se exige la obediencia a la fe, ya que son llamados a acoger la Palabra del Señor que les revela la estupenda novedad —la Buena Nueva— de su vida conyugal y familiar, que Cristo ha hecho santa y santificadora. En efecto, solamente mediante la fe ellos pueden descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad ha elevado Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y lugar de la alianza de amor entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la Iglesia esposa suya. La misma preparación al matrimonio cristiano se califica ya como un itinerario de fe. Es, en efecto, una ocasión privilegiada para que los novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe recibida en el Bautismo y alimentada con la educación cristiana. De esta manera reconocen y acogen libremente la vocación a vivir el seguimiento de Cristo y el servicio al Reino de Dios en el estado matrimonial.

El momento fundamental de la fe de los esposos está en la celebración del sacramento del matrimonio, que en el fondo de su naturaleza es la proclamación, dentro de la Iglesia, de la Buena Nueva sobre el amor conyugal. Es la Palabra de Dios que “revela” y “culmina” el proyecto sabio y amoroso que Dios tiene sobre los esposos, llamados a la misteriosa y real participación en el amor mismo de Dios hacia la humanidad. Si la celebración sacramental del matrimonio es en sí misma una proclamación de la Palabra de Dios en cuanto son por título diverso protagonistas y celebrantes, debe ser una “profesión de fe” hecha dentro y con la Iglesia, comunidad de creyentes.

Esta profesión de fe ha de ser continuada en la vida de los esposos y de la familia. En efecto, Dios que ha llamado a los esposos “al” matrimonio, continúa a llamarlos “en el” matrimonio. Dentro y a través de los hechos, los problemas, las dificultades, los acontecimientos de la existencia de cada día, Dios viene a ellos, revelando y proponiendo las “exigencias” concretas de su participación en el amor de Cristo por su Iglesia, de acuerdo con la particular situación —familiar, social y eclesial— en la que se encuentran. El descubrimiento y la obediencia al plan de Dios deben hacerse “en conjunto” por parte de la comunidad conyugal y familiar, a través de la misma experiencia humana del amor vivido en el Espíritu de Cristo entre los esposos, entre los padres y los hijos.

Para esto, también la pequeña Iglesia doméstica, como la gran Iglesia, tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamente. De ahí deriva su deber de educación permanente en la fe.

Ministerio de evangelización de la familia cristiana

52. En la medida en que la familia cristiana acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad evangelizadora. Escuchemos de nuevo a Pablo VI: “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.

Dentro pues de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido... Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive”.

Como ha repetido el Sínodo, recogiendo mi llamada lanzada en Puebla, la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios.

La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la alianza pascual de Cristo, mediante la constante irradiación de la alegría del amor y de la certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: “La familia cristiana proclama en voz alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada”.

La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge con singular fuerza en determinadas situaciones, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: “En los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis”.

Un servicio eclesial

53. El ministerio de evangelización de los padres cristianos es original e insustituible y asume las características típicas de la vida familiar, hecha, como debería estar, de amor, sencillez, concreción y testimonio cotidiano.

La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios.

El ministerio de evangelización y catequesis de los padres debe acompañar la vida de los hijos también durante su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, contestan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida. Y así como en la Iglesia no se puede separar la obra de evangelización del sufrimiento del apóstol, así también en la familia cristiana los padres deben afrontar con valentía y gran serenidad de espíritu las dificultades que halla a veces en los mismos hijos su ministerio de evangelización.

No hay que olvidar que el servicio llevado a cabo por los cónyuges y padres cristianos en favor del Evangelio es esencialmente un servicio eclesial, es decir, que se realiza en el contexto de la Iglesia entera en cuanto comunidad evangelizada y evangelizadora. En cuanto enraizado y derivado de la única misión de la Iglesia y en cuanto ordenado a la edificación del único Cuerpo de Cristo, el ministerio de evangelización y de catequesis de la Iglesia doméstica ha de quedar en íntima comunión y ha de armonizarse responsablemente con los otros servicios de evangelización y de catequesis presentes y operantes en la comunidad eclesial, tanto diocesana como parroquial.

Predicar el Evangelio a toda criatura

54. La universalidad sin fronteras es el horizonte propio de la evangelización, animada interiormente por el afán misionero, ya que es de hecho la respuesta a la explícita e inequívoca consigna de Cristo: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.

También la fe y la misión evangelizadora de la familia cristiana poseen esta dimensión misionera católica. El sacramento del matrimonio que plantea con nueva fuerza el deber arraigado en el bautismo y en la confirmación de defender y difundir la fe, constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo “hasta los últimos confines de la tierra”, como verdaderos y propios misioneros” del amor y de la vida.

Una cierta forma de actividad misionera puede ser desplegada ya en el interior de la familia. Esto sucede cuando alguno de los componentes de la misma no tiene fe o no la practica con coherencia. En este caso, los parientes deben ofrecerles tal testimonio de vida que los estimule y sostenga en el camino hacia la plena adhesión a Cristo Salvador.

Animada por el espíritu misionero en su propio interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los “alejados”, para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida. Está llamada “con su ejemplo y testimonio” a iluminar “a los que buscan la verdad”.

Así como ya al principio del cristianismo Aquila y Priscila se presentaban como una pareja misionera, así también la Iglesia testimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia de cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a tierras de misión a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de Jesucristo.

Las familias cristianas dan una contribución particular a la causa misionera de la Iglesia, cultivando la vocación misionera en sus propios hijos e hijasy, de manera más general, con una obra educadora que prepare a sus hijos, desde la juventud “para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres”.

2) La familia cristiana, comunidad en diálogo con Dios

 El santuario doméstico de la Iglesia

 55. El anuncio del Evangelio y su acogida mediante la fe encuentran su plenitud en la celebración sacramental. La Iglesia, comunidad creyente y evangelizadora, es también pueblo sacerdotal, es decir, revestido de la dignidad y partícipe de la potestad de Cristo, Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza. 

También la familia cristiana está inserta en la Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacramento del matrimonio, en el cual está enraizada y de la que se alimenta, es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida y oración.

Este es el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede y debe ejercer en íntima comunión con toda la Iglesia, a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar. De esta manera la familia cristiana es llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo.

El matrimonio, sacramento de mutua santificación y acto de culto

 56. Fuente y medio original de santificación propia para los cónyuges y para la familia cristiana es el sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la gracia santificadora del bautismo. En virtud del misterio de la muerte y resurrección de Cristo, en el que el matrimonio cristiano se sitúa de nuevo, el amor conyugal es purificado y santificado: “El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad”.

El don de Jesucristo no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda su existencia. Lo recuerda explícitamente el Concilio Vaticano II cuando dice que Jesucristo “permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella... Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios”.
 La vocación universal a la santidad está dirigida también a los cónyuges y padres cristianos. Para ellos está especificada por el sacramento celebrado y traducida concretamente en las realidades propias de la existencia conyugal y familiar. De ahí nacen la gracia y la exigencia de una auténtica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de inspirarse en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la resurrección y del signo, de los que se ha ocupado en más de una ocasión el Sínodo.


El matrimonio cristiano, como todos los sacramentos que “están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios”, es en sí mismo un acto litúrgico de glorificación de Dios en Jesucristo y en la Iglesia. Celebrándolo, los cónyuges cristianos profesan su gratitud a Dios por el bien sublime que se les da de poder revivir en su existencia conyugal y familiar el amor mismo de Dios por los hombres y del Señor Jesús por la Iglesia, su esposa.

Y como del sacramento derivan para los cónyuges el don y el deber de vivir cotidianamente la santificación recibida, del mismo sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar toda su vida en un continuo sacrificio espiritual. También a los esposos y padres cristianos, de modo especial en esas realidades terrenas y temporales que los caracterizan, se aplican las palabras del Concilio: “También los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios”.

Matrimonio y Eucaristía

 57. El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano. El Concilio Vaticano II ha querido poner de relieve la especial relación existente entre la Eucaristía y el matrimonio, pidiendo que habitualmente éste se celebre “dentro de la Misa”. Volver a encontrar y profundizar tal relación es del todo necesario, si se quiere comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades del matrimonio y de la familia cristiana.

La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal. En cuanto representación del sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia, la Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su “comunión” y de su “misión”, ya que el Pan eucarístico hace de los diversos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el Cuerpo “entregado” y en la Sangre “derramada” de Cristo se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana.

El sacramento de la conversión y reconciliación

58. Parte esencial y permanente del cometido de santificación de la familia cristiana es la acogida de la llamada evangélica a la conversión, dirigida a todos los cristianos que no siempre permanecen fieles a la “novedad” del bautismo que los ha hecho “santos”. Tampoco la familia es siempre coherente con la ley de la gracia y de la santidad bautismal, proclamada nuevamente en el sacramento del matrimonio.

El arrepentimiento y perdón mutuo dentro de la familia cristiana que tanta parte tienen en la vida cotidiana, hallan su momento sacramental específico en la Penitencia cristiana. Respecto de los cónyuges cristianos, así escribía Pablo VI en la encíclica Humanae vitae: “Y si el pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el Sacramento de la Penitencia”.

La celebración de este sacramento adquiere un significado particular para la vida familiar. En efecto, mientras mediante la fe descubren cómo el pecado contradice no sólo la alianza con Dios, sino también la alianza de los cónyuges y la comunión de la familia, los esposos y todos los miembros de la familia son alentados al encuentro con Dios “rico en misericordia”, el cual, infundiendo su amor más fuerte que el pecado, reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión familiar.

La plegaria familiar

 59. La Iglesia ora por la familia cristiana y la educa para que viva en generosa coherencia con el don y el cometido sacerdotal recibidos de Cristo Sumo Sacerdote. En realidad, el sacerdocio bautismal de los fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante la cual su misma existencia cotidiana se transforma en “sacrificio espiritual aceptable a Dios por Jesucristo”. Esto sucede no sólo con la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos o con la ofrenda de sí mismos para gloria de Dios, sino también con la vida de oración, con el diálogo suplicante dirigido al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo.

La plegaria familiar tiene características propias. Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos. La comunión en la plegaria es a la vez fruto y exigencia de esa comunión que deriva de los sacramentos del bautismo y del matrimonio. A los miembros de la familia cristiana pueden aplicarse de modo particular las palabras con las cuales el Señor Jesús promete su presencia: “Os digo en verdad que si dos de vosotros conviniéreis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. 

Esta plegaria tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos. Además, la dignidad y responsabilidades de la familia cristiana en cuanto Iglesia doméstica solamente pueden ser vividas con la ayuda incesante de Dios, que será concedida sin falta a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración.

Maestros de oración

60. En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él: “Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con la gracia y los deberes del sacramento del matrimonio, importa que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la fe recibida en el bautismo”.

Elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar. Escuchemos de nuevo la llamada que Pablo VI ha dirigido a las madres y a los padres: “Madres, ¿enseñáis a vuestros niños las oraciones del cristiano? ¿Preparáis, de acuerdo con los sacerdotes, a vuestros hijos para los sacramentos de la primera edad: confesión, comunión, confirmación? ¿Los acostumbráis, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los santos? ¿Rezáis el rosario en familia? Y vosotros, padres, ¿sabéis rezar con vuestros hijos, con toda la comunidad doméstica, al menos alguna vez? Vuestro ejemplo, en la rectitud del pensamiento y de la acción, apoyado por alguna oración común vale una lección de vida, vale un acto de culto de un mérito singular; lleváis de este modo la paz al interior de los muros domésticos: "Pax huic domui". Recordad: así edificáis la Iglesia”. 

Plegaria litúrgica y privada

61. Hay una relación profunda y vital entre la oración de la Iglesia y la de cada uno de los fieles, como ha confirmado claramente el Concilio Vaticano II. Una finalidad importante de la plegaria de la Iglesia doméstica es la de constituir para los hijos la introducción natural a la oración litúrgica propia de toda la Iglesia, en el sentido de preparar a ella y de extenderla al ámbito de la vida personal, familiar y social. De aquí deriva la necesidad de una progresiva participación de todos los miembros de la familia cristiana en la Eucaristía, sobre todo los domingos y días festivos, y en los otros sacramentos, de modo particular en los de la iniciación cristiana de los hijos. Las directrices conciliares han abierto una nueva posibilidad a la familia cristiana, que ha sido colocada entre los grupos a los que se recomienda la celebración comunitaria del Oficio divino. Pondrán asimismo cuidado las familias cristianas en celebrar, incluso en casa y de manera adecuada a sus miembros, los tiempos y festividades del año litúrgico.

Para preparar y prolongar en casa el culto celebrado en la iglesia, la familia cristiana recurre a la oración privada, que presenta gran variedad de formas. Esta variedad, mientras testimonia la riqueza extraordinaria con la que el Espíritu anima la plegaria cristiana, se adapta a las diversas exigencias y situaciones de vida de quien recurre al Señor. Además de las oraciones de la mañana y de la noche, hay que recomendar explícitamente —siguiendo también las indicaciones de los Padres Sinodales— la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la preparación a los sacramentos, la devoción y consagración al Corazón de Jesús, las varias formas de culto a la Virgen Santísima, la bendición de la mesa, las expresiones de la religiosidad popular.

Dentro del respeto debido a la libertad de los hijos de Dios, la Iglesia ha propuesto y continúa proponiendo a los fieles algunas prácticas de piedad en las que pone una particular solicitud e insistencia. Entre éstas es de recordar el rezo del rosario: “Y ahora, en continuidad de intención con nuestros Predecesores, queremos recomendar vivamente el rezo del santo Rosario en familia .... no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar. Nos queremos pensar y deseamos vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su expresión frecuente y preferida”. Así la auténtica devoción mariana, que se expresa en la unión sincera y en el generoso seguimiento de las actitudes espirituales de la Virgen Santísima, constituye un medio privilegiado para alimentar la comunión de amor de la familia y para desarrollar la espiritualidad conyugal y familiar. Ella, la Madre de Cristo y de la Iglesia, es en efecto y de manera especial la Madre de las familias cristianas, de las Iglesias domésticas.


Plegaria y vida

62. No hay que olvidar nunca que la oración es parte constitutiva y esencial de la vida cristiana considerada en su integridad y profundidad. Más aún, pertenece a nuestra misma “humanidad” y es “la primera expresión de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu”.

Por ello la plegaria no es una evasión que desvía del compromiso cotidiano, sino que constituye el empuje más fuerte para que la familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus responsabilidades como célula primera y fundamental de la sociedad humana. En ese sentido, la efectiva participación en la vida y misión de la Iglesia en el mundo es proporcional a la fidelidad e intensidad de la oración con la que la familia cristiana se una a la Vid fecunda, que es Cristo.

De la unión vital con Cristo, alimentada por la liturgia, de la ofrenda de sí mismo y de la oración deriva también la fecundidad de la familia cristiana en su servicio específico de promoción humana, que no puede menos de llevar a la transformación del mundo.

3 ) La familia cristiana, comunidad al servicio del hombre

El nuevo mandamiento del amor

63. La Iglesia, pueblo profético, sacerdotal y real, tiene la misión de llevar a todos los hombres a acoger con fe la Palabra de Dios, a celebrarla y profesarla en los sacramentos y en la plegaria, y finalmente a manifestarla en la vida concreta según el don y el nuevo mandamiento del amor.

La vida cristiana encuentra su ley no en un código escrito, sino en la acción personal del Espíritu Santo que anima y guía al cristiano, es decir, en “la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús”: “el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.

Esto vale también para la pareja y para la familia cristiana: su guía y norma es el Espíritu de Jesús, difundido en los corazones con la celebración del sacramento del matrimonio. En continuidad con el bautismo de agua y del Espíritu, el matrimonio propone de nuevo la ley evangélica del amor, y con el don del Espíritu la graba más profundamente en el corazón de los cónyuges cristianos. Su amor, purificado y salvado, es fruto del Espíritu que actúa en el corazón de los creyentes y se pone a la vez como el mandamiento fundamental de la vida moral que es una exigencia de su libertad responsable.

La familia cristiana es así animada y guiada por la ley nueva del Espíritu y en íntima comunión con la Iglesia, pueblo real, es llamada a vivir su “servicio” de amor a Dios y a los hermanos. Como Cristo ejerce su potestad real poniéndose al servicio de los hombres, así también el cristiano encuentra el auténtico sentido de su participación en la realeza de su Señor, compartiendo su espíritu y su actitud de servicio al hombre: “Este poder lo comunicó a sus discípulos, para que también ellos queden constituidos en soberana libertad, y por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado (cf. Rom 6, 12). Más aún, para que sirviendo a Cristo también en los demás, conduzcan con humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar. También por medio de los fieles laicos el Señor desea dilatar su reino: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz. Un reino en el cual la misma creación será liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 21)”.

Descubrir en cada hermano la imagen de Dios

64. Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio a cada hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.

Esto debe realizarse ante todo en el interior y en beneficio de la pareja y la familia, mediante el cotidiano empeño en promover una auténtica comunidad de personas, fundada y alimentada por la comunión interior de amor. Ello debe desarrollarse luego dentro del círculo más amplio de la comunidad eclesial en el que la familia cristiana vive. Gracias a la caridad de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más doméstica, es decir, más familiar, adoptando un estilo de relaciones más humano y fraterno.

La caridad va más allá de los propios hermanos en la fe, ya que “cada hombre es mi hermano”; en cada uno, sobre todo si es pobre, débil, si sufre o es tratado injustamente, la caridad sabe descubrir el rostro de Cristo y un hermano a amar y servir.

Para que el servicio al hombre sea vivido en la familia de acuerdo con el estilo evangélico, hay que poner en práctica con todo cuidado lo que enseña el Concilio Vaticano II: “Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da”.

La familia cristiana, mientras con la caridad edifica la Iglesia, se pone al servicio del hombre y del mundo, actuando de verdad aquella “promoción humana”, cuyo contenido ha sido sintetizado en el Mensaje del Sínodo a las familias: “Otro cometido de la familia es el de formar los hombres al amor y practicar el amor en toda relación humana con los demás, de tal modo que ella no se encierre en sí misma, sino que permanezca abierta a la comunidad, inspirándose en un sentido de justicia y de solicitud hacia los otros, consciente de la propia responsabilidad hacia toda la sociedad”.

FUENTE: Carta encíclica "Familiaris Consortio". San Juan Pablo II

ACTIVIDAD 2: EVALÚA LOS CONOCIMIENTOS ADQUIRIDOS

  1. ¿De qué manera “la familia participa en el ministerio de la Iglesia”?
  2. ¿Qué es lo propio y original de la forma en que  la familia cristiana tomar parte viva y responsable en la misión de la Iglesia?
  3. ¿De qué manera los esposos deben vivir su fe?
  4. ¿El “Ministerio de evangelización de la familia cristiana” se da cuando la familia es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia? ¿Por qué?
  5. ¿De qué maneras la familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios?
  6. ¿Qué medios puede utilizar la familia para “predicar el evangelio a toda criatura”?
  7. ¿Porque llamamos a la familia santuario doméstico de la Iglesia?
  8. ¿Por qué la Eucaristía es fuente del matrimonio cristiano?
  9. ¿Por qué la familia necesita del “sacramento de la conversión y reconciliación”?
  10. ¿Cuándo los padres son “maestros de oración”?
  11. ¿Cuál es la relación entre “plegaria litúrgica y privada”?
  12. ¿Cómo debe la familia ejercer el mandamiento del amor?
  13. ¿Qué significa que la familia descubra en cada hermano la imagen de Dios? 

domingo, 24 de septiembre de 2023

SEMANA CUATRO Y CINCO

LA FAMILIA PARTICIPA EN EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD


ACTIVIDAD 1: EVOQUEMOS NUESTRA EXPERIENCIA
  1. ¿Qué ocurre cuando una pareja de novios contrae matrimonio de manera irresponsable?
  2. ¿A qué es debido que algunas parejas lleguen al matrimonio sin la preparación adecuada?
  3. ¿Desde cuándo crees que debe empezarse la preparación al matrimonio?


ACTIVIDAD 2: ¿QUE NOS DICE LA BIBLIA?
Jesucristo mismo nos pone en aviso sobre lo que puede ocurrir si nos presentamos al matrimonio sin la debida preparación. Lee atentamente.
“El que escucha mi palabra y la práctica es como un hombre juicioso, que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa, no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca. En cambio, el que
oye estas palabras sin ponerlas en práctica, es como el hombre necio que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia a torrentes, sonaron los vientos contra la casa hasta derrumbarla y la ruina fue grande". Mateo 7, 24-27.
REFLEXIONA
  1. ¿Sobre qué edificó el hombre juicioso su casa?
  2. ¿Por qué no se derrumbó?
  3. ¿Sobre qué la edificó el hombre necio?
  4. ¿Por qué se derrumbó?
  5. ¿De qué depende que la casa permanezca o se derrumbe?
  6. ¿Qué relación encontramos entre esta comparación de Jesús y la vida matrimonial?


ACTIVIDAD 3: RESUME EN TU CUADERNO

DESDE YA DEBES PREPARARTE
as a reflexionar de nuevo una propuesta que se te hacía en la primera lección: “Nunca tomaremos suficientemente en serio al tema de la familia y el tema del matrimonio.

¿Has pensado alguna vez que en la unión conyugal, en la íntima relación conyugal, reside la suerte misma de los esposos, la continuidad de la vida humana, el destino de la familia y su bienestar, el futuro de la sociedad, la continuidad de la historia y, aún, la realización del Reino de Dios?

Dada la sublime grandeza del matrimonio y de la familia, es muy conveniente que toda persona reflexione detenidamente sobre su naturaleza su importancia, los fines y bienes que tiene, para acercarse a él responsablemente.

Acercarse al matrimonio y a la familia de manera inconsciente, irresponsable, pone en peligro el bienestar de los mismos contrayentes, el equilibrio de la familia y el orden en la sociedad.

Tal vez no hayas pensado aún en la posibilidad del matrimonio, pero sí has comenzado ya a dar tus primeros pasos por el camino del amor. Desde ya debes prepararte. Toma muy en serio el estudio de este tema del matrimonio y de la familia que es vital para ti”.

ESTAS VIVIENDO UNA ETAPA DEFINITIVA
Si todo el éxito y bienestar de la pareja humana, de la familia, de la sociedad y de la Iglesia, está en la vida matrimonial, el éxito de ésta está en el noviazgo y, a su vez, el éxito del noviazgo está en la madurez y responsabilidad afectiva que te hayas formado.

La vida afectiva, la vida de amor, hay que aprenderla, lo mismo que la vida intelectiva. A la madurez afectiva se llega por un proceso largo de aprendizaje en el que la amistad sincera, la solidaridad, el trabajo responsable, la colaboración y la oración son ricas vivencias que van formando y templando tu espíritu.

La vida afectiva sana y madura tiene su asiento y su fuerza en la autoestima. La conciencia sincera de que “yo valgo mucho”, porque, “soy consciente de que me he ido formando con responsabilidad, con esfuerzo y con sacrificio”, te llevará a encontrar la persona que “también vale mucho porque se ha ido formando con responsabilidad, con esfuerzo y con sacrificio”.

La autoestima te llevará a saber elegir, a buscar valores, porque tú vales; y pondrás tu vida en manos de alguien que sepa cuidarla con cariño, amor y responsabilidad.
Si no te preparas; si no tomas en serio tu vida; si te vas quedando vacío; si no tomas en serio la dignidad de la otra persona; si no tienes autoestima porque sabes que no te has formado; ¿qué esperas?

QUIEN ESCUCHA MIS PALABRAS
Dios es el creador del hombre, de la pareja humana; ha puesto en el corazón de la pareja el amor y la atracción mutua; él es el único que conoce el camino que conduce a la realización de la pareja y a su felicidad.

Y Dios ha revelado el camino; y el camino es su palabra que habla de unidad y de in-disolubilidad, de felicidad y de procreación. El secreto del matrimonio está en sus mismos fines, establecidos por Dios.

Quien oye la palabra de Dios y la guarda, quien sigue su ley, la ley del amor, se parece al hombre sabio que edificó su casa sobre roca y ni los vientos fuertes, ni las lluvias pudieron derrumbarla.

Quien guarda la palabra de Dios en su corazón, tiene fuerza; su amor es seguro y firme, y puede aguantar, sin derrumbarse, todas las dificultades y los inconvenientes.
Jesús te invita a construir tu vida sobre la roca. ¡Animo!. Confía en él. Esfuérzate por ser feliz.

ACTIVIDAD 4: EVALÚA EL LOGRO DE LOS OBJETIVOS
  1. ¿Es conveniente que comiences a prepararte desde ya para tu compromiso matrimonial?
  2. ¿Estás tomando al amor en serio?
  3. Saber que ser buen hijo te ayudará a ser buen esposo, buena esposa; ¿eres buen hijo? ¿Qué debes mejorar en tu relación con tus padres y hermanos?
  4. ¿Eres responsable y constante en tu estudio? La responsabilidad y la constancia te darán fuerza en el corazón.
  5. ¿Eres amigo, amiga, de Jesús? ¿Escuchas sus palabras? El te da la firmeza y la seguridad de la roca.
  6. Redacta tu compromiso para prepararte desde ahora.


ACTIVIDAD 5: TU COMPROMISO
  1. ¿Cuáles son los valores que conducen a estrechar los vínculos en la familia como comunidad de personas?
  2. ¿Cuál debe ser la actitud de los esposos ante la vida?
  3. ¿En qué sentido la familia es una comunidad de vida y de amor?
  4. ¿Cuál es la misión que tiene la familia en la Iglesia?
  5. La reflexión realizada durante el recorrido de este curso, ¿qué compromisos concretos te está exigiendo?

HAGAMOS NUESTRA ORACIÓN
Oh Señor, que estableciste a la familia cristiana como Iglesia doméstica, y le entregaste la misión de dar testimonio de la palabra y la obra de Jesucristo.

Derrama sobre ella la luz de tu verdad y la fuerza de tu Espíritu, para que pueda cumplir con la misión que le encomiendas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

domingo, 10 de septiembre de 2023

SEMANA UNO DOS Y TRES

LA FAMILIA SERVIDORA DE LA VIDA

Explicación: próximo jueves 1, 4:30 pm.


ACTIVIDAD 1: EVOQUEMOS NUESTRA EXPERIENCIA
Analiza
  1. ¿Por qué es tan esperado el hijo en un matrimonio?
  2. ¿Cómo vive un matrimonio sin hijos?
  3. ¿Qué significan los hijos para la familia?
  4. ¿Has oído hablar de las campañas antinatalistas? ¿Qué crees que pretenden?
  5. ¿Qué crees que es la paternidad responsable?


ACTIVIDAD 2: ¿QUE NOS DICE LA IGLESIA?
Es Dios mismo quien al comienzo, en la creación misma del hombre, le da la sublime misión de “creced, multiplicaos y llenad la tierra”.
La Iglesia, por su parte, enseña:

“El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza la procreación y educación de los hijos. Desde luego, los hijos son don excelentísimo del matrimonio y contribuyen grandemente al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: No es bueno que el hombre esté solo, y el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra, queriendo comunicarle una participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: Creced y multiplicaos. Por tanto, el auténtico ejercicio del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar, que nace de aquél, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar valerosamente con el amor del Creador y Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia. En el deber de transmitir la vida humana y educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios creador y como sus intérpretes”. Concilio Vaticano II.

Según lo anterior responde:
•        ¿Cuál es la finalidad del matrimonio?
•        ¿Cuál es el mandato de Dios para la pareja humana?
•        ¿De quién son cooperadores los cónyuges en el acto de la procreación?


ACTIVIDAD 3: RESUME

1. LA FECUNDIDAD EN LA FAMILIA
Observa como el amor y la vida van juntos; el amor produce nueva vida y la nueva vida aumenta y estrecha el amor. La nueva vida, el hijo que nace, es producido por el amor que lleva a la unión sexual del hombre y de la mujer; el hijo es el “uno solo de dos”, el hijo es la presencia de la unidad, de la entrega mutua, de la donación de la vida que uno le hace al otro.

El hijo es el fruto de un acto procreador de la pareja, porque es Dios mismo quien los hace partícipes de su poder creador. Hombre y mujer son así cooperadores de Dios de la creación de Dios. El hijo no viene de fuera, no llega como un ser extraño, sino que nace desde dentro, de lo más íntimo de la pareja.

2. LA IGLESIA ESTA EN FAVOR DE LA VIDA
La Iglesia es consciente de que actualmente está extendiéndose una mentalidad contra la vida que tiene diferentes causas, entre las cuales podemos señalar:
  • El pánico creado por futurólogos y ecólogos sobre el crecimiento demográfico que exageran el peligro de un exceso en la población.
  • La sociedad capitalista que, en su egoísmo por no compartir los bienes adquiridos, imponen a los otros pueblos medios anticonceptivos, castración o esterilización.
  • Los que tienen mentalidad consumista y buscan el aumento de bienes materiales, y rechazan la verdadera riqueza que es la vida humana.
  • Los fatalistas que viendo las dificultades que tiene la humanidad de violencia, hambre, guerras, etc. se presentan “si es un bien vivir, o sería mejor no haber nacido”.


Está claro que todas las actitudes y opiniones proceden del egoísmo, de la ambición, del miedo, de la desconfianza en el amor de Dios, cuyo poder está por encima de todas.
Frente a esta mentalidad antinatalista y fatalista frente a la vida, “la Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel “Sí”, de aquel “Amén” que es Cristo mismo. Al “no” que invade y aflige al mundo, contrapone este “Sí” viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida.

La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a todos, con un convencimiento más claro y firme, su voluntad de promover con todo medio y defender contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre.
Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado”. Juan Pablo II.

3.      LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
L a fecundidad del amor conyugal no termina en la procreación. La educación es continuación del servicio a la vida.

“Como ha recordado el Concilio Vaticano II: ‘Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan”. Juan Pablo II.
El derecho de los padres a educar a sus hijos, por estar relacionado con la transmisión de la vida, es esencial, original y primario, y además insustituible.
La educación debe estar fundamentada en los valores esenciales de la vida humana entre ellos podemos destacar:
  • La justa libertad ante los bienes materiales, aprendiendo que “el hombre vale más por lo que es y no por lo que tiene”.
  • La verdadera justicia que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno.
  • El sentido de servicio, colaboración, solidaridad.
  • El amor entendido como don de sí que lleva a una verdadera educación sexual.
  • La paz entendida y vivida como una relación de fraternidad.
  • La fe y la vida espiritual como valores inapreciables para el hombre.


3.      LA PATERNIDAD RESPONSABLE
¿Cuántos hijos debe tener un matrimonio? Los esposos mismos, actuando de común acuerdo, con plena libertad y fundamentados en el amor, son los responsables ante Dios del número de sus hijos. Ellos deben tomar la decisión responsable teniendo en cuenta el propio bien y el de sus hijos, ya nacidos o todavía por venir, las condiciones materiales y espirituales en las que viven, el bien de toda la familia, de la sociedad y de la Iglesia. La paternidad responsable no permite que los esposos actúen arbitrariamente.


ACTIVIDAD 4: EVALÚA EL LOGRO DE LOS OBJETIVOS

Sintetiza el texto anterior

1.      ¿En qué consiste la fecundidad en la familia?

2.      ¿En qué consiste la mentalidad antinatalista?

3.      ¿Cuál es la actitud de la Iglesia frente a la mentalidad antinatalista?

4.      ¿Cuál es el fundamento del derecho que tienen los padres a educar a sus hijos?

5.      ¿En qué consiste la paternidad responsable?

 

Tu compromiso

1.      ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante las campañas antinatalistas?

2.      ¿Cuál es tu actitud personal ante el nacimiento de los hijos?

3.      ¿Qué es lo que te aconseja la Iglesia sobre la paternidad responsable?